🌱 Pastos Invasores: La Huella Oculta en los Suelos de Sur América
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- 23 jul
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Bajo nuestros pies, un silencioso cambio ecológico se despliega: los pastos extranjeros, llegados mucho antes de la independencia a territorios Sur Americanos, han alterado la vida del subsuelo Sur Americano. Especies como el césped Bermuda (Cynodon dactylon) llegó de África vía Europa o el kikuyo (Cenchrus clandestinus) introducido en el siglo XX desde Kenia, compiten con la flora nativa y modifican la estructura del suelo, reduciendo su biodiversidad microbiana y su capacidad para retener agua. Estas raíces invasoras, aunque resistentes, suelen formar monocultivos que empobrecen la tierra, contrastando con los pastos autóctonos, evolucionados por milenios para equilibrar los ecosistemas locales.
Frente a este desafío, el maní forrajero (Arachis pintoi) originario de América del Sur, emerge como un aliado clave. Originario del Cerrado brasileño, esta leguminosa no solo fija nitrógeno en el suelo —enriqueciéndolo sin químicos—, sino que su raíz profunda mejora la infiltración de agua y atrae microorganismos benéficos.
A diferencia de los pastos invasores, el maní forrajero teje una red subterránea viva, previniendo erosiones y restaurando la salud de la tierra. Su flor amarilla, además, es un faro para polinizadores, integrando agricultura y ecología.

Es hora de repensar lo que plantamos. Incluir especies como el maní forrajero en jardines, parques y proyectos de reforestación puede ser un acto de reparación ecológica. Mientras los pastos invasores avanzan, elegir plantas nativas o adaptadas —como esta leguminosa— es un paso concreto hacia suelos más fértiles y resilientes. La tierra tiene memoria, y cada semilla cuenta.
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